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El Yunque: Un Recuerdo Vivo de Nuestra Isla

Por Maite Rodríguez Márquez


Hay lugares que no solo se visitan, sino que se llevan para siempre en el alma. Eso es El Yunque para muchos: un trocito de nuestra tierra que nos respira nos canta y nos llama desde la distancia.


Un hermoso bosque de verdor eterno, en tu abrazo, florecimos.

© Maite Rodríguez Márquez
© Maite Rodríguez Márquez

Entre helechos, bromelias y árboles centenarios, crecimos escuchando el canto del coquí y aprendiendo el lenguaje secreto de la lluvia sobre las hojas. Tu aire puro, pulmón de nuestra querida isla, nos envolvía como una caricia constante.


En los grises días caribeños, cuando la niebla te cubre y te escondes del valle, pareces jugar a desaparecer. Pero quienes te conocimos bien sabemos que sigues ahí, firme, imponente, eterno. Nuestros ojos, que aprendieron a admirarte de niños, también aprendieron a extrañarte.


Para quienes hemos tenido que partir, la ausencia se mide en paisajes. Y ninguna llanura alivia tanto el alma como una montaña que se parezca a ti. En el ajetreo diario, buscamos sin cesar algo que nos recupere, aunque sabemos que no hay comparación. Conducimos durante horas, trazamos rutas, inventamos excusas... todo para sentirte, aunque sea por un instante, cerca de ti.


Porque tú, El Yunque, eres más que un bosque. Eres un recuerdo vivo, un refugio silencioso y un símbolo de lo que nunca dejamos atrás.


Volver a ti es volver a casa

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