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Leucovorina y autismo: lo que las familias deben saber sobre esta posible ayuda complementaria.

Actualizado: hace 5 días

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Por Maite Rodríguez Márquez, PhD


Introducción

 

En los últimos meses, el tema de la Leucovorina (ácido folínico) ha cobrado fuerza en redes y medios. Las menciones públicas despiertan ilusión… pero también suscitan preguntas. Es comprensible: cuando los padres escuchan sobre algo que podría ayudar a un niño a comunicarse mejor, el corazón se llena de esperanza y la mente de preguntas.


Porque cuando se trata del bienestar de un hijo, la esperanza nunca deja de ser un reflejo del amor. Escuchar sobre un tratamiento que podría mejorar la comunicación de un niño toca fibras profundas; nos recuerda que todo padre vive entre la fe, la duda y el deseo de ver a su hijo avanzar.


Antes de continuar, es importante hacer una aclaración: el ácido folínico y el ácido fólico no son lo mismo. El ácido fólico es la vitamina B9 “común”, presente en suplementos y en alimentos fortificados. El ácido folínico, en cambio, es una forma activa de folato que el cuerpo puede usar de inmediato y que algunos estudios han demostrado en un grupo de niños con autismo y retraso del lenguaje [1,2].


Sin muchos tecnicismos, mi intención es explicarte qué es, qué no es y cuándo podría considerarse la leucovorina, siempre desde la perspectiva de que se trata de un complemento a las terapias que tu hijo ya recibe y, sobre todo, de que debe usarse bajo supervisión médica.


Mi propósito es ofrecerte información clara para que puedas decidir con calma: datos fiables, sin falsas promesas y con expectativas bien guiadas. Este es un tema en desarrollo y es probable que en los próximos años surja nueva información que nos ayude a entenderlo mejor.


Ahora, tomemos un momento para conocer un poco más sobre el doctor que ha dedicado años a investigar el ácido folínico y su posible efecto en niños con autismo. En este artículo nos enfocaremos únicamente en su trabajo y en lo que sus estudios han revelado hasta ahora.


Más adelante, en otro blog, continuaremos ampliando la conversación conforme se vaya publicando nueva información.


¿Quién es el Dr. Richard E. Frye?

 

El Dr. Richard E. Frye, MD, PhD, es un neurólogo pediátrico especializado en trastornos del neurodesarrollo, el metabolismo cerebral y el autismo. Obtuvo su título médico y doctorado en Fisiología y Biofísica en la Universidad de Georgetown y realizó su residencia en Pediatría y Neurología Infantil en hospitales afiliados a la Harvard Medical School y a la Boston University [1].


Ha sido director de investigación en el ámbito del autismo en el Arkansas Children’s Hospital Research Institute y profesor en la University of Arkansas for Medical Sciences (UAMS) [2]. Desde estos centros ha liderado estudios clínicos sobre cómo las alteraciones metabólicas, como las relacionadas con el folato o la función mitocondrial, pueden influir en el desarrollo de algunos niños en el espectro autista [3,4].


El Dr. Frye es ampliamente reconocido por su investigación sobre el uso del ácido folínico (leucovorina) para mejorar el lenguaje y la comunicación social en niños con autismo, especialmente en aquellos que presentan anticuerpos al receptor de folato alfa (FRAA), una condición que puede interferir con la absorción del folato en el cerebro [5,6].


Sus publicaciones, revisadas por pares, se centran en tratamientos complementarios basados en evidencia científica, procurando siempre equilibrar la esperanza de las familias con el rigor académico.


Estudio 2016: primeras señales de mejora

 

En 2016, Frye y su equipo estudiaron a 48 niños con autismo y retraso del lenguaje. A algunos se les administró ácido folínico (leucovorina) todos los días durante 12 semanas, mientras que otros recibieron un placebo (una pastilla sin medicamento) [1].


Al finalizar, los niños que tomaron leucovorina mostraron una mejoría mayor en su comunicación verbal que los del grupo placebo. El avance fue todavía más claro en quienes tenían un marcador en sangre relacionado con el folato, conocido como FRAA [1].


Los autores concluyeron que la leucovorina podría ser una opción complementaria prometedora para algunos niños dentro del espectro, especialmente cuando existen dificultades para transportar el folato al cerebro.


Aun así, recomendaron interpretar los resultados con cautela, ya que el estudio tuvo pocos participantes y una duración limitada.


En otras palabras: este estudio abre una puerta de esperanza, pero no representa una cura. Si se considera su uso, debe ser siempre como parte de una cadena de apoyos: terapias del habla y del lenguaje, terapia ocupacional, intervenciones conductuales (como ABA), acompañamiento familiar y las orientaciones del equipo multidisciplinario del IEP.


Estudio 2018: resultados consistentes


En 2018, el equipo del Dr. Frye volvió a estudiar el ácido folínico (leucovorina) en niños con autismo [2].


Los resultados mostraron mejoras en el lenguaje, tanto para hablar como para comprender, especialmente en los niños con el marcador FRAA positivo, que indica dificultad para transportar folato al cerebro.


Padres y terapeutas también reportaron una mejor atención y una mayor interacción social.

Aunque los hallazgos son alentadores, los investigadores señalaron que aún se requieren estudios más grandes y de mayor duración para confirmar la efectividad y la seguridad del tratamiento.


En resumen: la leucovorina puede ser un apoyo adicional en algunos casos, pero el seguimiento médico y la intervención temprana siguen siendo los pilares del desarrollo infantil.


Estudio 2024: pequeñas mejoras, grandes preguntas

 

En 2024, nuevos estudios evaluaron la leucovorina en niños con autismo de 2 a 10 años, siempre en combinación con terapias del lenguaje y de la conducta [3]. Los resultados mostraron mejoras pequeñas pero significativas en el lenguaje y la comunicación social.


Sin embargo, los investigadores recordaron que no todos los niños responden de la misma manera y que este tratamiento no reemplaza las terapias fundamentales. Debe considerarse únicamente como un complemento, bajo orientación profesional y con seguimiento continuo.


Expertos como Robert Hendren, psiquiatra infantil y referente en tratamientos integrativos para el autismo, invitan a mantener expectativas prudentes: considerar la leucovorina como una posibilidad dentro de la neurociencia, no como una solución mágica [4].


Reflexión final

 

Estos estudios recientes animan a las familias a informarse, preguntar y decidir con orientación médica, sin miedo y con una esperanza realista.


La ciencia avanza paso a paso, igual que nuestros hijos, y cada descubrimiento suma una pieza importante al rompecabezas del desarrollo. Pero lo verdaderamente poderoso sigue siendo el amor constante, la observación diaria y la intervención temprana.


Informarse también es amar.


 Cada vez que una familia busca, lee o solicita orientación, está construyendo un puente entre la ciencia y el corazón.


“Acompañar con conocimiento es una forma de esperanza.

Y toda esperanza bien guiada puede transformar vidas.”

-- Dr. Maite Rodríguez, Márquez





Referencias

 

1.         Georgetown University. Alumni Profiles: Dr. Richard Frye, MD, PhD.

2.         University of Arkansas for Medical Sciences (UAMS). Department of Pediatrics: Faculty Profile – Richard E. Frye, MD, PhD.

3.         Frye, R.E., et al. (2016). Folinic acid improves verbal communication in children with autism and language impairment. Molecular Psychiatry, 23(2), 247–256.

4.         Frye, R.E., Rossignol, D.A. (2020). Metabolic disorders and targeted treatments in autism spectrum disorder: an update. Current Opinion in Pediatrics, 32(6), 726–732.

5.         Linus Pauling Institute. Folate (Vitamin B9). Oregon State University.

6.         Frye, R.E., Rossignol, D.A. (2016). Treatment of mitochondrial dysfunction in autism spectrum disorder. Seminars in Pediatric Neurology, 23(2), 163–175.

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